Esmeraldas del tamaño de globos oculares. Dagas de oro engastadas con cientos de diamantes y rubíes. Gabinetes con intrincadas incrustaciones de marfil o nácar.

El subtítulo de esta exposición sobre la “Edad de Oro” de la corte mogol del sur de Asia (c. 1560-1660) promete “opulencia”, y el Victoria and Albert Museum no decepciona. Por todas partes aparecen suntuosos artefactos, hábilmente elaborados con materiales caros y difíciles de trabajar, como cristal de roca y jade nefrita, así como piedras preciosas y oro.

Es difícil no dejarse deslumbrar por tanta ostentación: a partir de esta evidencia, el pronunciamiento del embajador de Inglaterra ante el gobernante mogol Jahangir (r. 1605-27), de que su imperio constituía “el tesoro del mundo”, no fue una hipérbole. No es de extrañar que la palabra “magnate” todavía tenga connotaciones de riqueza y poder.

Sin embargo, si bien contemplar objetos relucientes tiene sus placeres, ésta no es la razón principal para visitar esta fascinante exposición, que se centra en el “florecimiento cultural” que tuvo lugar durante los reinados de tres emperadores musulmanes sucesivos. Comienza con el padre de Jahangir, Akbar, que subió al trono cuando era un adolescente en 1556, y termina con la deposición, en 1658, del hijo de Jahangir, Shah Jahan, quien construyó el Taj Mahal.

Más bien, disfrute de la oportunidad de deleitarse con las numerosas páginas manuscritas pintadas que se exhiben y que, debido a su vulnerabilidad a la luz, rara vez se ofrecen tal salida. En repetidas ocasiones, me encontré entretenido ante las escenas fantásticas retratadas en estas fascinantes pinturas, llenas de demonios, amantes y criaturas míticas.